lunes, 3 de octubre de 2011

Mesa #02. Martes 23/09/1937 19:15

Venga, yo la ayudo. Sentémonos aquí, madre.
Sí, gracias, hija. Sujétame el bolso, por favor. Mis caderas y yo ya no somos las de antes y no tengo ganas de tener un disgusto.
Yo la sujeto, no se preocupe. Así, muy bien. Ya está.
Te queda muy bien el sombrerito rosa. Te lo dije en la tienda. Te da un aire muy distinguido y coqueto. Casa Ruíz siempre ha sabido qué ofrecer a cada cliente.
Gracias, madre. Sí, la verdad es que a mí también me agrada. Le da un toque especial a mis tirabuzones del pelo.
Ah, sí, disculpe. Nos va a poner un café solo para mi hija y una infusión bien caliente de menta y anís para mí; con dos azucarillos, gracias. 
No sé qué opinará el doctor Sanchez Martos de tu capacidad para ingerir dulce...
Bah, debería ocuparse en solucionar su cara de vinagre. ¿Y bien? Esta bonita reunión vespertina me agrada, pero estoy segura de que hay un "algo más". ¿Me equivoco?
Tómese tranquila su infusión.
¿Miriam...?
Bien, vale, sí, tiene razón, madre. Si debo decírselo de todos modos... Verá, esto no es fácil de explicar. Necesito pedirle un favor, un gran favor.
Tú dirás...
Necesitaría que se ocupara de Raúl.
¿Que me ocupara de él? Ya sabes que no hay problema. ¿Cuántos días necesitas?
Esta vez no van a ser sólo unos días, madre... Me voy. Me voy casi definitivamente. Me ha surgido una posibilidad de trabajo en Berlín y aquí las cosas andan demasiado liadas para encontrar algo en nuestra situación.
Pero, hija mía, dicen que por allí la cosa no está mucho mejor. La guerra está desplegando sus tentáculos y será difícil no caer. ¿De qué vas a trabajar?
Me han ofrecido un buen contrato: bastante dinero, que intentaré ahorrar para venir a buscar a Raúl en cuanto me sea posible. De momento él estará mejor aquí, contigo.
—¿Pero qué vas a hacer? Dímelo...
Hay un teatro, el Hägz Der Von Brier, que ha solicitado mis servicios. Creo que deberé atender a los soldados, servirlos y al final del día bailar para ellos. Ya sabe cómo son estas cosas, madre.
Pero hija...
No diga nada, madre. Debo hacerlo por mi hijo. No merece el futuro que están tejiendo para él. Encontraré el modo de hacer de él un hombre de provecho y aquí no me es posible hacerlo. Además, usted y yo sabemos que tenemos a los grises detrás de la oreja y éste no es ambiente para un niño. No para el mío. No se preocupe, madre. No se entristezca. No me ocurrirá nada. Se lo prometo. Venga, y ahora vámonos a casa; yo abono la consumición.
Nuestra Señora nos ampare...
Cójase bien fuerte, madre.

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