miércoles, 12 de octubre de 2011

Mesa #08. Sábado 30/06/2001 21:08


—Hola. Somos siete, quizá sea mejor juntar dos mesas, ¿no?
—Sin problemas. Esta está libre, las juntamos.
—Pues lo que te decía, que cuando Marisa estaba más entregada a la relación llega su ex y le dice que se ha enamorado de otra. ¡Pobrecilla!
—Pues sí. No, Antonio, anda, siéntate con nosotras que hace mucho que no nos vemos.
—¿De quién habláis?
—Nada, de Marisa. La pobre está fatal, con medicación y todo y se pasa el día encerrada en casa. No quiere salir, no quiere hablar con nadie. Dice que no quiere saber nada de los seres humanos.
—Bueno, ya se le pasará, como a todo el mundo. Al final siempre se sale.
—... O no, creo que le han tenido que poner vigilancia porque tenían miedo de que se tirara. Como vive en un cuarto...
—Pues hay mucha gente que se tira de un cuarto y no se hace nada. Igual le cae a alguien que pasa por la calle y lo mata, no sería la primera vez...
—Chsss. Escuchad.
—¿Qué?
—¿No os dais cuenta?
—¿Qué pasa?
—Por una extraña razón no se oye nada de lo que dicen estos.
—Anda, es cierto.
—Fíjate. Coincide con la otra mesa. ¿Lo ves? Voy a cambiarme de sitio a ver.
—Venga.
—Qué fuerte. ¿Qué es esto?
—Es increíble. ¡No se la oye! No insistas, Laura, no se te oye. ¡Que no se te oye! Claro, es absurdo, ella tampoco nos oye a nosotros. Hazle señas para que venga, es la única manera.
—¡Ven, ven! Ya viene.
—Alucinante, chicos, ¿verdad? ¡No os oía!
—Es como si alguien hubiese colocado una barrera de sonido entre esta mesa y la de al lado.
—Quizá en alguna parte estén flotando las conversaciones de los de la otra mesa...
—Quizá...
—Sí, es posible. Pero da miedo...

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