jueves, 6 de octubre de 2011

Mesa #08. Jueves 09/08/2007 13:30


—¿Quieres sentarte?
—Venga, sentémonos aquí.
—¿Qué vas a tomar?
—No sé... ¿Y tú?
—No sé tampoco, ja, ja, ja. Déjame pensar... ¿Será pronto para una cerveza?
—¡Qué va, si ya es casi la hora de comer! Venga, otra para mí. Y pide algo de picar, ¿no?
—Sí, sí. ¿Pero hay que ir o viene él?
—Ah, pues ahora que lo dices...
—Me alegro de verte. Estás guapísima.
—Gracias, tú también. ¿Qué tal estás?
—Bueno, voy saliendo ya del agujero.
—Me alegro, porque estabas fatal...
—Ya. Es que esto afortunadamente no pasa todos los días.
—Sí, vaya putada...
—Nunca debí casarme con ella. Tenía que haberlo intuido. Tenía que haber seguido contigo...
—Vamos, Enrique, no le des más vueltas.
—Es cierto. Dame la mano. Sigues teniendo unas manos preciosas. Sí, por favor, dos cañas y una ración de... ¿Croquetas?
—Sí, croquetas está bien.
—Pues croquetas, no se hable más... Déjame mirarte... ¿Y tú? ¿Cómo no te has casado?
—Bueno, nunca encontré al hombre adecuado. Aún lo busco...
—Quizá lo tengas delante de las narices.
—Ja, ja, ja, Enrique, no seas patético.
—No veo por qué soy patético si digo que estás preciosa y que me arrepiento de haberme casado con esa... arpía.
—Ya. Ahora es una arpía, pero en su momento la arpía fui yo, no sé si recuerdas.
—Un tremendo error. Nunca me lo perdonaré. Salvo que...
—¿Qué?
—Que tú me lo perdones.
—¡Enrique!
—No me digas que no lo has pensado. Desde que te enteraste, seguro.
—Siempre fuiste un ególatra. Pero sí, la verdad es que lo pensé al enterarme... durante diez minutos. Después lo deseché. Ya no tiene sentido. Somos amigos y punto. Hemos cambiado tanto...
—Yo no. Sigo siendo el mismo. Te lo juro. En todo, ¿eh?
—Ja, ja, ja, siempre tan presumido. Pues yo sí, yo he cambiado mucho desde entonces. Ya no necesito las mismas cosas. Ni estoy locamente... perdidamente enamorada de ti. Todo eso ya pasó.
—Eso sí que es una pena. Porque si tú quisieras...
—Venga, Enrique. No te preocupes, encontrarás a otra. Siempre se te ha dado bien el ligoteo. Las dejas a todas embobadas.
—Bueno, eso era cuando tenía treinta años, querida. Los cuerpos se van estropeando...
—¿Ves como sí has cambiado?
—Sí... A peor...
—Ja, ja, ja, no te pongas victimista que no te pega. Venga, seguro que encuentras a alguien, ya lo verás.
—Ya, ¿como tú?
—Eh, eh, sin ofender. Yo no he encontrado a nadie porque... Bueno, por lo que sea. No todo el mundo es igual. Además, tú lo estás deseando.
—¿Tanto se me nota?
—Enrique, pero si has estado a punto de pedirme que me case contigo...
—¿Eso he hecho? Estaré loco...
—O de bajón...
—Eso. Será eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario