lunes, 24 de octubre de 2011

Mesa #10. Viernes. 19/12/1986 16:22

─¡Hey! ¿Qué sucede?
─No sé... No me siento bien...
─¿Te encuentras mal? ¿Quieres que pida una manzanilla?
─No, no me duele nada, es otro tipo de malestar.
─Vaya, ¿puedo ayudarte?
─Sí, no haciendo más preguntas.
─Lo siento.
─No, perdóname a mí. Ya a estas alturas debería estar acostumbrado. Mira, no es la primera vez, ni creo tampoco que sea la última.
─No te entiendo.
─¿Nunca has tenido remordimientos?
─¿Remordimientos?
─Sí, sobre cosas que has hecho... Cosas que no deberías hacer. Asuntos que se deberían poder controlar y no escaparse de las manos por culpa de un estúpido arrebato.
─¡Ah!, ¿te refieres a...?
─¡Sí!
─Bueno, no te voy a negar que a veces no tenga algo de arrepentimiento. Ya sabes, que cuando llegue a casa no me sea fácil mirar a los ojos de mi mujer o incluso besar a mi hija. Pero he de decirte que eso me sucedía mucho más al principio. Ahora no tanto. Bueno, ahora casi nada. Creo que al final a los remordimientos les sucede como a los pies.
─¿A los pies?
─Sí, que de tanto roce, de tanta mentira acumulada, se producen callos. Supongo que el engaño y el autoconvencimiento son buenos aliados. Ya sabes, si no quieres joder tu vida mejor una buena mentira que abrir la tapa del pozo de la mierda y removerla. No sé. Es posible que sea innato en nosotros los hombres... ¡Qué mierda!, tal vez es algo común en todos, hombres y mujeres. Sea lo que sea los que deseamos sobrevivir, por lo menos ser un poco más felices de vez en cuando, preferimos acabar anteponiendo ciertos valores a otros y tirar hacia adelante sin entrar en conflictos internos. En definitiva: ¿Para qué coño sufrir si podemos ser felices?
─¿Felices? ¿Llamas tú felicidad a esto? ¡Para mí se vuelve insoportable! Me siento como un asesino, uno de esos que la gente se extraña de que sea tan buena persona y en el fondo es una bestia parda.
─¡No digas gilipolleces! ¿Cómo te vas a comparar con un asesino? ¡Tú no estas matando a nadie!
─Sí, estoy cometiendo un asesinato, estoy acabando con la sinceridad y con la ...
─¿... Fidelidad? ¿Ves? Lo que te decía, siempre las mismas canciones. Mira, tío, lo que te sucede a ti le ha sucedido y le sucederá a mucha más gente, es normal. Pero, si no quieres vivir así toda tu vida, o te acostumbras o vives perpetuamente atormentado. Además, creo que deberías buscarle el lado positivo a tus preocupaciones.
─Mis preocupaciones no tienen lado positivo...
─¿Cómo que no? ¡No me digas que cada vez que saltas la barrera no disfrutas acaso con ello! Y no lo niegues, porque hoy te he visto hacerlo.
─Sí, ¡claro que disfruto! ¡Oh, mierda! Eso es lo qué más rabia me produce.
─¿El qué?
─Pues que a veces lo encuentro lógico. Incluso hasta bonito... Pero luego la lógica me juega estas malas pasadas.
─Mira. Tu problema, como el de otros, y ahí podría incluirme yo también, es que miramos todo desde la perspectiva de los demás. Siempre que damos el salto en nuestra cabeza está el “¿Qué dirán...?”, “Mira a esos guarros...”, “Y qué dirían su mujer y sus hijos si lo viesen en esos momentos...”.
─¡No sigas! Eso me hace sentir mal.
─Hey, tío, ¡no llores! ¡Quítate esos prejuicios! No son tuyos. Quizás tu problema, como lo fue el mío, sea no tener los suficientes cojones para renunciar en su tiempo a los cánones establecidos de fundar obligatoriamente una familia.
─Yo quería.
─¿Seguro?
─Ahora ya no lo sé... Pero si me equivoqué o no, si no tuve los suficientes cojones para pararlo, no me arrepiento de nada, ni mucho menos de mis hijos.
─Ni yo. Sólo que igual, si lo hubiéramos pensado mejor, sin tanta mierda ni presión a nuestro alrededor, la cosa hubiera sido muy diferente y ahora tú no estarías aquí, llorando, por haber follado hace menos de una hora conmigo.

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