martes, 11 de octubre de 2011

Mesa #11. Miércoles 27/01/2010 11:22

─¡Hombre! ¿Pedro?
─Sí, aún me llamo así.
─¿¡Qué tal!? ¡Cuánto tiempo!
─Casi treinta años.
─¿Quieres decir que ya han pasado treinta años?
─Sí.
─¡La hostia!
 ─¿Oiga! ¡eh! Un tequila, ¿y un...?
─Un café.
─Un café para mi buen amigo Pedro. Bueno, ¡y qué haces?
─Trato de cazar una mosca.
─¿?
─Sí, mi vida ahora se reduce a eso.
─Vaya... ¿Y continúas dándole a la guitarra?
─No, ya te lo he dicho, trato de cazar una mosca.
─Ah...
─Me hace muy feliz haberte encontrado, viéndote me vienen a mi cabeza aquellos días de locura, sexo y drogas, sí.
─Pues a mi no.
─¿No recuerdas nada?
─Claro que lo recuerdo... pero necesito explicarte lo de la mosca.
─¿La mosca?
─Tengo que explicártelo, es así.
─Vale, pues... empieza, va.
─Un día fui al INEM y me dieron curro, trabajo, felicidad, futuro, vida, dedicación; increíble, fue increíble.
─¿Conseguiste trabajo, Pedro? ¡Me alegro, qué fantástico en los tiempos que corren! ¿Y qué curro es? ¿De qué va?
─Soy saludador.
─¿Salu... qué?
─Sa-lu-da-dor.
─No sabía que hubiera una profesión así.
─Pues sí. Continúo. Me enviaron a una multinacional de telecomunicación y en el departamento de recursos humanos me dijeron 
textual ¿eh?: "Usted debe saludar, necesitamos a alguien positivo que sencillamente se pasee por la sección y salude a los tecnócratas. Es así de simple su cometido, cobrará setecientos treinta y tres euros limpios con las pagas prorrateadas... y esta tarde empieza". Y empecé. Saludé a todo bicho viviente que se me cruzó. Durante días hice señas positivas a gente gris con la mirada de cristal, y nadie, nadie me dirigió la palabra, nada. Volví a recursos humanos y les expliqué que mi cometido no tenía sentido de ninguna clase. Ellos insistieron para que continuara, me hicieron ver que era positivo para la multinacional. Yo me esforcé hasta que un día un informático me habló.
─¿Ah, sí? ¿Y qué te dijo?
─Me miró a los ojos fríamente y balbuceando con su chicle me advirtió: “Cada vez que te veo así de guays me vienen ganas de hostiarte, comienzo a estar hasta los cojones de tu positividad, la próxima vez que me saludes, te partiré la cara.”
─Joder Pedro, ¿y qué pasó?
─Me partió la cara, ¿no lo ves?
─Joder.
─Es broma...
─Ya decía yo.
 ─¿Sabes? Saludar raya, créeme; yo saludo a discreción, voy por la calle y saludo, saludo, saludo... ¡Hola! ¡Buenos días! ¡Heeeyyy, qué pasa! ¿Todo bien? ¿Hace calor "verdá"? ¡Bay! ¡Hola de nuevooo! ¡Te vi el otro día! ¡De naadaa! ¿Fuego? ¡Guaapaa! ¡Eeoo! ¡Sí, muy bueno, adeu! ¡Hola otra vez! ¿Llueve? ¿Frío? ¿Calor? ¿Merengón? ¿Culé? ¿No jodas? ¡Que jodas biiiieeen! ¡De naadaa!... ¿Te gusta?
─¿Eso último es un saludo?
─No, eso es una pregunta.
─Es un trabajo ¿no?
─Te seré sincero. Un día, no sé si por culpa del estrés, vi una mosca grandiosa en la lámpara de mi habitáculo. Entre ese insecto díptero y yo se inició una guerra controlada que duró tiempo, mucho tiempo. Hasta que caí en la cuenta de que era Navidad.
─Navidad.
─Sí, Navidad.
 ─Y... ¿qué tiene que ver la Navidad con la mosca, Pedro?
─Pues muy fácil: en Navidad no hay moscas.
─Tienes razón.
 ─Volví a recursos humanos y les expuse mi problema con la mosca. Ellos me tranquilizaron y al cabo de unos días me citaron en un antideportivo de Cornellá. Y cuando entramos en la pista de "basket" vi a mucha gente con matamoscas persiguiendo a sus insectos ingrávidos... Eso me tranquilizó. Créeme, cada individuo iba a por la suya, sí; cazaban moscas; el caos de los cazadores era incluso poético, silencioso, cáustico. Y los psicólogos, con su sonrisa bondadosa, me invitaron a entrar ahí y después me dieron un matamoscas, ánimos y me dijeron: "Adelante, sabemos lo radical y duro que es tú trabajo. Para que lo logres, para que superes tu fobia, deberás hacer como ellos, deberás de cazar a tu mosca. ¡Adelante, duro con ella!"...
─¿¡Eh!?... ¿Eh?... ¿Y... cómo va la caza?
─Me aplico, haré lo que sea, debo cazarla.
─Qué fuerte... Oye.
─Dime.
─¿Estás seguro de que sólo es una?
─Hombre, ahora que lo dices...
 ─Y... ¿No te has planteado saludarla antes de empezar?
─¿Saludar a la mosca?
─Sí.
─Pues, eso sería un acto de cortesía, creo.
─Haríais como los samuráis.
─Un auténtico acto de educación budista.
─Recuerdo un capítulo de la Pantera Rosa en que luchaba con un mosquito, pero no sé si antes se saludaban.
─Me has dado una idea, Juan. Probaré con saludarla.
─Todo es probar, arriesgarse, trazar soluciones alternativas.
─No te muevas.
─¿Qué ocurre?
─La veo ahí.
─¿Dónde?
─Mira hacia otro lugar, por favor. Piensa que su vista es múltiple. ¡No mires, por Dios...! La saludaré y estamparé el matamoscas en su trompa nanobífida y después la mataré, la diseccionaré y me la comeré. Gracias por la sugerencia, Juan. ¡¡Zzzzaaaaaaaaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiii!!


 ©Juanjo Diaz

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