─Esos cuadros están torcidos.
─No lo están.
─¡Que sí! Y ahora mismo voy a levantarme para ponerlos todos rectos.
─¡Hazme el favor de dejar los puñeteros cuadros en paz! No estás en casa.
─¡Pero me molestan a la vista!
─Pues no los mires.
─Es que no puedo evitarlo.
─Pues mujer, ¡concéntrate en otra cosa!
─¿Como por ejemplo?
─Pues... Por ejemplo, en las servilletas.
─Vale... Las servilletas... Oye, son todas irregulares.
─¿Qué?
─Las servilletas. Fíjate, no son cien por cien cuadradas. Además, el dibujo está descentrado. ¿Por qué les costará tanto hacerlas bien?
─Pues yo las veo correctas.
─Es que tú nunca has sido un perfeccionista.
─Por eso me casé contigo.
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