miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mesa #14. Viernes 07/03/2010 20:19

─Tienes un olor, no sé, como si hubieras ido a una barbacoa; llevas una fetidez a plástico quemado, o más bien a huevos podridos, sí... ¿No te va la ducha?
─Juliana, me parece que nuestra relación va a cambiar.
─¿A qué te refieres?
─Qué este rollo tan "guais" que llevamos no puede continuar. Eso de "tú vives en tu casa y yo en la mía" ya no va a poder ser.
─Pero si mi hijo mayor no te soporta, Pedro.
─Ya lo sé.
─¿Qué te ocurre mi pichín?
─Es por el olor, Juliana.
─Hueles muy mal, es verdá.
─Se ha quemado mi casa.
─¿Cuándo?
─Esta mañana.
─¿Ha habido muertos?
─No, por suerte no.
─¿Qué ha ocurrido?
─Pues estaba concentrado en el facebook cuando empezó a salir humo en cantidades industriales, ¿sabes? Lógicamente abrí las ventanas y salí al jardín con el móvil para llamar a los bomberos.
─¡Madre mía!
─Hasta aquí bien; el problema se complicó con los bomberos.
─¿Ah, sí?
─Me salió una telefonista gilipollas preguntándome: "¿Qué servicio desea: fuego accidental, explosión de gas o la modalidad de catástrofe absoluta?"
─¿Cómo?
─Lo que oyes, querida.
─¿No te preguntó la dirección?
─No, la tía siguió más o menos así: "En la modalidad de fuego accidental le vendrá un señor metrosexual de metro noventa con un jeep, herramientas básicas y una bombona de oxígeno. En la modalidad de explosión de gas le entra el camión con cinco bomberos, la cisterna y la manguera incluida; el agua se paga por litros. Y en la modalidad tres le llegará el pack completo con el helicóptero, la escalera espectacular y la ambulancia uvi...".
─Me estás dejando anonadada.
─Muy asustado le recordé que mi casa se estaba incendiando; a lo que ella, con distancia y simpatía comenzó a facilitarme las tarifas.
─¿Las tarifas?
─Lo que oyes, querida; ella con una profesionalidad fría y distante, me dijo: "Sólo admitimos pago al contado o transferencia bancaria; puede utilizar paypal, visa, mastercard o discover...". Y añadió: "¿Se anima? ¿Quiere probarnos?". Yo le decía gritando: “¡Pero oiga, mi casa arde, ya veo las llamas!”. Volvió a insistir: "¿Acepta? Sólo tiene que darme su número de tarjeta, la fecha de caducidad y el dígito mágico...".
─¿Y qué hiciste?
─Pedí la modalidad uno.
─Ah.
─A los cinco minutos llegó un jeep rojo con una sirena y de dentro salió un bombero energúmeno con un hacha.
─¿Y?
─Llevaba el traje con la bombona de oxígeno y el casco, no le vi la cara. Observó el incendio y luego me miró a mí para después decirme: “No puedo hacer nada, usted necesita la modalidad tres, lo siento”. Antes de irse me dejó una tarjetita en mi bolsillo y se despidió. En esos instantes yo era como una estatua de sal: fría, inmóvil, petrificada... Lo miraba todo con cara de pena y de póquer a la vez.
─Lo siento, lo siento.
─Mi casa ardía como una falla desbocada, las llamas eran espectaculares... A la media hora todo se vino definitivamente abajo. ¡Fluuuuuum!
─Me hago cargo.
─He estado toda la mañana mirando el humillo como un bobo. No sé si reír o llorar.
─¿Y cuánto has pagado por el servicio?
─Mil quinientos setenta y un euros con veintidós céntimos más iva.

©Juanjo Díaz

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