sábado, 5 de noviembre de 2011

Mesa #11. Sábado 15/01/1994 15:43

─Cada vez que vengo aquí recuerdo lo mismo.
─¿Qué recuerda, Sra. Montse?
─El bombardeo.
─¿Vivió la guerra civil?
─Sí, era una niña y tenía nueve años.
─¿Y venía por aquí?
─Corríamos por esa calle en la oscuridad tropezando con gente, pisando cristales y muertos con la única luz de las bombas. Los gritos de histeria y de pánico... y el polvo te aturdían. La gente iba y venía a lo loco. Justo ahí murió una pareja muy joven, quedaron abrazados y reventados por una bomba que cayó en la plaza.
─¿Ahí?
─Sí, justo ahí, hija.
─Abuela.
─Dime.
─¿Qué más pasó?
─Había una señora mayor y enferma que la bajaron con colchón y todo al refugio y creo que de allí ya no salió con vida, pasó un tiempo largo ahí abajo, creo. Cuando nos caían las bombas sobre nuestras cabezas las caras de la gente eran un poema, amargo, demoledor, brutal... En esos instantes eternos cada uno hacía lo que podía. Recuerdo que un chico empezó a gritar y a golpearse la cabeza con una columna. El polvo de las bombas entraba por todas las rendijas y nos ahogábamos literalmente. Yo tuve suerte, al ser la niña de la casa, unos familiares me adoptaron y pasé la guerra en el campo, pero mi hermano la tuvo que pasar aquí. Un día, en medio de un bombardeo, mi padre lo abrazó y le dijo llorando...
─Cuantos años tenía su hermano?
─Creo que cinco.
─¿Cómo siguió el bombardeo?
─Sí, como te decía, mi padre abrazó a mi hermano con toda su alma y llorando le explicó con toda la paciencia del mundo que ya no bajarían más, que si tenían que morir lo harían allí mismo, en casa, o lo que quedaba de ella. Que estaban hartos de correr bajo las bombas. Hubo una semana demencial, bombardearon cada veinte minutos, día y noche. Polvo, ratas, muertos, cristales, ruinas, caos, auténtico horror. Miedo y ganas de que volviera la paz.
─Tranquila, abuela.
─Estoy muy tranquila, porque ya pasó pero, cuando vengo por aquí, me vienen a la cabeza esos recuerdos, aún vivos; como los fantasmas; como si hubiera ocurrido ayer. ¡Dios! Y las sirenas aún las oigo.
─Tranquila, abuela.
─Estoy muy tranquila, ya te lo he dicho...
─Vale, vale.
─Soy más fuerte que tú. ¡Que no te quepa duda!
─De acueerdo.
 ─Un día, allí en el campo, jugaba con una de mis primas; de repente vimos en el cielo un escuadrón de aviones que volaban alto. Nos los quedamos mirando como unas tontas y a mi prima no se le ocurrió otra cosa que decir: "Esos aviones van a bombardear la ciudad".

─Crueldad infantil.
─Inconsciencia; le salió así, sin más.
─Me quedé muy triste y al rato me olvidé de todo y continué jugando con ella, ¿qué podía hacer? Era sólo una niña. Así era la guerra.
─Traanquiilaa abuela.
─Estoy muy tranquila.



©Juanjo Díaz

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