─¿Y esa mesa?
─¿Qué le sucede a esa mesa?
─Parece diferente a las demás.
─¡Ah! Es que nunca ha sido ocupada por nadie.
─¿Nunca?
─Nunca. Desde que abrimos este local nadie ha querido hacer uso de ella.
─¿Y eso por qué?
─Pues no lo sé. Supongo que como en todas las cosas. ¿Donde usted vive no hay siempre un piso donde nunca ha vivido nadie o que ha cambiado mil veces de ocupante?
─Pues... sí, ahora que lo dice es cierto.
─Pues con esa mesa sucede lo mismo. Aunque en ese caso se mantiene virgen e impertérrita. Nadie la quiere ocupar ni sentarse en sus sillas.
─¿Y por qué no la quitan?
─El jefe no quiere. Además, si se fija, quedaría un hueco muy feo.
─Pues la verdad es que sí... ¿Y qué ha sucedido en los días que ha habido lleno? ¿Tampoco...?
─Tampoco. Es más, la gente que suele hacer cola parece que no la ve.
─Pues mire que está bien céntrica.
─Es perfecta. Por un lado domina todo el perímetro del local y por otro pasa desapercibida y ofrece intimidad.
─Pues tiene razón.
─Lo que le digo, pero no hay tu tía... Y, ahora que lo pienso... ¿No le apetecería...?
─¿Qué?
─¿No le gustaría tener el honor de ser su primer ocupante?
─¿Yo? No, no gracias. Prefiero dejar las cosas como están. Además aquí estoy mucho más cómodo.
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