─Me parece muy original que me hagan la entrevista aquí. ¡Es fantástico!
─Es por la crisis.
─Ah.
─¿Empezamos?
─Cuando quiera.
─¿Nada?
─Nada, ese es el título.
─Y todas las páginas en blanco.
─Que cada uno proyecte en él lo que le apetezca.
─¿Nada de nada?
─No hay nada.
─¿Está seguro?
─No es que esté seguro, es que tengo la certeza absoluta de que es así.
─El vacío. ¿Se refiere a él?
─Yo diría más. La nada ya está aquí.
─¿Y usted como la interpreta?
─Es esto.
─Pero aquí hay cosas, gente, ruido, follón, amor, odio, intercambio cultural, sexo.
─Apariencias, hologramas simulando contenido, voces que van y vienen.
─¿No estará usted entrando en una depresión galopante?
─Si la depresión es esta, bienvenida sea.
─¿Ah, sí?
─Créame; a la nada hay que mirarla de frente para contemplarla con naturalidad, no hay que tenerle miedo. Es así. Si me estuviera autoengañando sería peor.
─Concluya, por favor.
─Nada de nada.
─Pues deje que le diga mi opinión.
─Adelante, no se prive.
─Veo mucho caos, mucho, mucho.
─En el fondo es lo mismo, el caos es la nada en movimiento.
─No sé qué más preguntarle, la verdad.
─No pregunte más y sumérjase en la nada. Busque el si-len-cio.
─Lo intentaré.
Juanjo Díaz Tubert
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