martes, 20 de diciembre de 2011

Mesa #10. Jueves 05/04/2012 11:22

─¿No está cansado?
─¿De qué?
─Llevo como cincuenta años viniendo a tomar algo a este café y siempre le he visto trabajar a sol y sombra. Es como si no tuviese vida propia.
─Bueno, me gusta trabajar. No sé hacer otra cosa.
─Trabajar es bueno, pero no con desmesura.
─Sí, puede que tenga razón. Y los años no pasan en balde. Pero verá, trabajando en un lugar como este uno no necesita nunca cruzar la frontera de la calle y tratar de conocer mundo. ¿Quiere que le confiese una cosa?
─Adelante.
─Siempre he sentido que en realidad es el mundo quien viene a mí.
─Pero, limitado... Usted solo se ocupa de esta y aquella mesa de allí.
─Sí, siempre. Nunca he cambiado. Siempre las mismas. Pero me es más que suficiente.
─Vamos, el ombligo del universo...
─¿Perdón?
─Que considera que este lugar, en concreto estas dos mesas, como el mismísimo ombligo del universo. Salvador Dalí decía que era Perpignan, ahora resulta que ha acabado desplazándose a este otro humilde lugar.
─No sé a que se refiere... pero bueno, es posible. Tanto en una como en la otra han sucedido muchísimas cosas, de todos los colores y formas. Piense que cada día son ocupadas por decenas y decenas de personas y cada una cuenta una historia... o incluso se la imagina en voz alta.
─Eso también lo he observado. Ya le he dicho que soy cliente habitual.
─¿Ah, sí? Pues resulta curioso pero nunca me había fijado.
─Bueno, entre otras cosas suelo pasar bastante desapercibido. Creo que es lo que le suele suceder a los observadores.
─Saben camuflarse... como los camaleones.
─Más o menos.
─¿Sabe que este bar sufrió un incendio?
─Lo sé. Ese día estaba sentado en aquella mesa. Fue en Mayo de 1969, después de una revuelta estudiantil.
─Cierto, yo también estaba.
─Lo sé. Es más, le recuerdo que sufrió un golpe en la frente con una porra.
─¡Vaya es cierto, estaba aquí también!
─Ya se lo he dicho. Es más, cayó al suelo inconsciente. ¿Sabe que yo le arrastré hacia ese rincón antes de que acabase pisoteado?
─ Pues no lo sabía... Siempre me había preguntado quién me había salvado la vida...
─Pues fui yo.
─¡Muchísimas gracias!
─No hay por qué darlas, hice lo que se tenía que hacer.
─Pues mire que... Joder, qué rabia, por mucho que hago esfuerzos no me acuerdo de usted.
─En aquella época llevaba barba y pelo largo.
─Igual es por eso.
─O por el golpe en la cabeza...
─¿Quién sabe?
─Mejor si se lo pregunta a su jefe; seguro que él sabe... ¡Ah, no, si murió hace poco! Fueron unos tipos vestidos de reyes magos.
─Sí, lo mataron a bocajarro. Sin miramientos. Ahora lleva el negocio su hijo.
─Lo sé. Se parece mucho a él. Y a su abuelo.
─Cierto.
─¿También sabe lo de los fantasmas?
─Sí, pero nunca he notado nada. Igual es porque no creo en estas cosas. Soy más mundano que espiritual.
─Yo tampoco he notado nada. Alguna brisilla helada... Pero dudo que sea debida a un espíritu del más allá.
─El jefe sí ha visto algo. Por lo menos al espíritu de su padre. Fue unos años después del incidente.
─¿Ah sí?
─No me lo contó él sino su madre. Se había quedado como en trance y luego le dijo una cosa rara; bueno, en realidad era una especie de verdad.
─¿Qué le dijo?
─Creo que fue que Gaspar o Baltasar no había participado en su asesinato... Lo cierto es que uno de los falsos reyes magos había muerto en el tiroteo antes de que los otros dos se refugiasen en el local.
─Qué cosas, ¿no?
─Pues... mire, yo se las respeto, aunque en realidad me cueste creerlas. No voy a discutir con nadie por culpa de un fantasma.
─Le entiendo.
─¿Y dice usted que viene todos los días?
─Sí. A veces llego antes de que se abra el local. La verdad es que en invierno las paso canutas con el frío. Pero luego entro, me siento, me tomo mi café con leche, mi bollo y escucho. Casi siempre hago que leo el periódico o veo la tele pero me gusta mucho escuchar. No todas las mesas. Algunas quedan muy lejos para mis tímpanos. Pero suelo prestarles la atención a casi todas.
─¿Sabe? Resulta curioso que ambos llevemos el mismo tiempo en este lugar y esta sea la primera vez que mantenemos una conversación.
─Bueno, creo tengo la respuesta.
─¿Sí?
─Así es.
─Pues soy todo oídos.
─Creo que ha sido debido a que hoy he tenido que abandonar mi mesa habitual, debido a que hay una señora que desde que ha entrado no para de comer tostadas y beber te con leche justo donde yo debería estar sentado, y esta es la primera vez que ocupo una de sus mesas.


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